Adecuar el viario y los espacios públicos para una movilidad segura de toda la población tras el desconfinamiento

Dr. Luis Santos y Ganges
Dra. María Á. Castrillo Romón

La covid-19 ha puesto en evidencia la necesidad de mejorar el funcionamiento del espacio público frente a la transmisión de enfermedades por las vías respiratorias. Deben adoptarse medidas para el período de desconfinamiento y los meses venideros.

La salud pública debe informar la visión de la ciudad que queremos: una ciudad sostenible, habitable y saludable, lo que requiere una ciudad más caminable y más ciclable. Se hace precisa una acción integrada de salud pública y de distancia entre personas, lo que requiere medidas socio-antropológicas (proxemia) y medidas físicas de espaciamiento.

La salud pública debe reflejarse en la política de movilidad urbana, el diseño urbano y la planificación urbana: habrá medidas de urbanismo táctico para facilitar el distanciamiento interpersonal, con vigencia de meses, pero deberán incorporarse también medidas de largo plazo, que guiarán además la adaptación del PGOU y del PMUS. Unas y otras darán seguridad y confianza en los espacios públicos, que son un asunto clave de la reconstrucción de nuestra economía y nuestra vida social.

Si la distancia interpersonal debe ser de dos metros, el espacio mínimo para los peatones debe ser de unos tres metros y medio. Ello requiere medidas de adaptación del espacio público dirigidas a la mejora de las condiciones de circulación y estancia de las personas. A este respecto los ayuntamientos deben actuar cuanto antes:

  1. Ampliando temporalmente los espacios para peatones y ciclistas, a costa de carriles de calzada o de bandas de estacionamiento. Es preciso promocionar la movilidad a pie y en bici, medios sostenibles y activos, máxime cuando el autobús se está viendo muy limitado para proveer movilidad masiva. Si el reparto modal de la movilidad se trasladara al automóvil, iríamos a una congestión inasumible y daríamos un paso atrás en materia de sostenibilidad. No se trata tanto de cerrar al tráfico determinadas calles muy transitadas, sino de ampliar sistemáticamente el espacio para los peatones y ciclistas, así como otras medidas para dar preferencia y favorecer la movilidad de peatones y ciclistas.
  2. Desplegando una campaña informativa para la prevención, con el fin de que la ciudadanía recuerde la necesidad de comportamientos seguros (distanciamiento interpersonal e higiene personal), así como facilitación de medios de limpieza en determinados lugares críticos. Recordemos que la distancia profiláctica no se adopta espontáneamente, sino que debe ser solicitada, recordada y requerida.
  3. Sistematizando medidas de desinfección en el viario, los espacios libres y las dotaciones, esencialmente de las superficies de mayor contacto y que pudieran facilitar la transmisión: bancos, pasamanos, manillas y pomos, pulsadores, mesas y mostradores, grifos, papeleras, fuentes y monumentos, maquinaria de ejercicios, etc.
  4. Promoviendo la reducción de los picos de presencia humana mediante cambios de horarios de comercios y servicios, flexibilización de aperturas y cierres de establecimientos, jornadas flexibles de trabajo, etc.
  5. Facilitando información clara a las comunidades de propietarios y a los administradores de fincas sobre protocolos y procedimientos de limpieza y sobre el uso seguro de los entornos comunitarios, tanto los de uso privativo como los de uso público.

Por supuesto, algunas de las medidas temporales más claras, como la ampliación del espacio para los peatones que permita una anchura de acera de al menos 3 metros y medio, deberían informar las normas de planificación y diseño del espacio público con el fin de que se normalicen las condiciones de una ciudad caminable y sana. ¿Qué medidas concretas permitirían favorecer la distancia interpersonal en las calles?

  1. Incrementar la anchura de las aceras a costa de la calzada para conseguir el mínimo de los tres metros y medio. Debe empezarse por las áreas de mayor densidad demográfica y menor disposición de espacios libres públicos, así como en el entorno de los lugares de mayor movilidad (centros de salud, supermercados, zonas de comercio, paradas de bus…).
  2. Convertir en calles residenciales (señal S-28) todas las posibles, es decir, calles de prioridad peatonal, uso peatonal de toda la zona de circulación y velocidad máxima de los vehículos de 20 Km/h.
  3. Reconfigurar los semáforos: por un lado, reducir los tiempos de espera para la fase de verde de los peatones y, por otro, ampliar la anchura del paso en la acera y en la calzada, todo ello con el fin de evitar en lo posible la aglomeración de personas.
  4. Limitar las terrazas: si bien habrá que apoyar al sector de la hostelería de diversos modos y siendo cierto que hay más seguridad en la calle que en los locales cerrados, deberá evitarse que las terrazas supongan una amenaza a todo lo aquí expuesto.

Sin duda, no solo debemos ser prudentes frente a la enfermedad y diligentes en la adopción de medidas, sino que hemos de aprender para hacer las ciudades más vivibles.

Dr. Luis Santos y Ganges

Dra. María Á. Castrillo Romón

Instituto Universitario de Urbanística

Dr. Luis Santos y Ganges y Dra. María Á. Castrilla Romón