Yo no quiero escribir hoy sobre el pasado. Me gustaría hacerlo sobre el futuro, porque el futuro empieza ahora mismo, y no hay tiempo que perder. Lo perdido en lo que llevamos de pandemia es mucho. Lo primero, lo personal, las vidas, la salud de tantas personas. Lo segundo, lo económico. Las cifras van siempre por detrás de la gente, y poco a poco irán confirmando lo que tantos han sentido ya en su día a día.
También el sector agrario y ganadero ha recibido el impacto. Somos un sector esencial y hemos seguido trabajando, pero participamos como el resto en una economía global y compleja. Si no hay turistas, si no hay restaurantes, nuestros productos no encuentran hueco en el mercado, y se hunden aún más los bajos precios que percibimos, y que denunciamos en las recientes tractoradas. Si no circula con normalidad la mano de obra, tenemos dificultades para que se esquilen nuestras ovejas y para que se recojan nuestras cosechas. Si la economía del resto de países también se hunde, nuestras exportaciones se paran.
Con todo, hay una realidad: el sector agroalimentario ha seguido funcionando, produciendo alimentos, manteniendo la actividad, el medio rural y la vida en el amplio territorio de Castilla y León. Así nos comprometimos cuando empezó el estado de alarma, y así ha sido, adaptándonos cada día a la sobreabundancia de normativa y a los escollos que una situación de emergencia como la actual ha traído.
Nuestro sector aporta al PIB de Castilla y León más de 6000 millones de euros al año, mitad y mitad producción agraria y ganadera; una cifra que representa el 12 por ciento del PIB agrario español. Cuando hay una mala cosecha, se nota en las cuentas regionales; por fortuna, este 2020 el tiempo y la lluvia han sido propicios y esperan unas buenas producciones de cereal (otra cosa serán los precios). En nuestro sector no hay demasiados sobresaltos ni burbujas: ni se gana más cuando la economía va bien, ni desaparece cuando, como ahora, la economía se para. Eso ha permitido que incluso en la situación actual haya sido de los pocos que ha mantenido e incluso incrementado el empleo, contribuyendo a aligerar las amplias listas de paro actuales. En cifras concretas, en Castilla y León los autónomos de la rama agraria son cerca de 40.000, a los que habría que sumar los trabajadores por cuenta ajena, casi 24.000. Eso, sin contar el empleo que generan industrias y servicios derivados de la actividad agroganadera.
En este periodo de alarma, ha quedado más claro que nunca el papel fundamental de los agricultores y ganaderos. La comida no es virtual, es muy real, y tiene que llegar cada día a las mesas. Nuestra comunidad autónoma y nuestro país tienen el privilegio de contar con el potencial para asegurar la autonomía alimentaria de sus ciudadanos, e incluso para posicionarse en países que no tienen esa posibilidad.
Ahora que se habla de acometer la reconstrucción y reactivación económica, hay que contar con el sector agrario, y darle un papel protagonista y motor en esta tarea. Tiene el campo además un punto muy importante a su favor: no necesita rodaje, porque no ha parado en ningún momento. Los empresarios autónomos agrarios y ganaderos han seguido trabajando durante el periodo de alarma y están en plena actividad, al frente de sus explotaciones. En nuestro caso, no se trata de partir de cero, sino de procurar medidas de apoyo que potencien a un sector estratégico de la economía. Con ese respaldo, seremos capaces de superar los retos que ahora se abren ante nosotros: por supuesto, el primero el alimentario, pero también otros como la innovación, el cambio climático, y la digitalización del sector, así como nuestro compromiso con la vertebración del medio rural y mantenimiento del medio ambiente.
En estos días nos preocupan, como a todos, las ayudas que las administraciones deben establecer para sortear las consecuencias económicas de la Covid-19, necesarias para que remonten producciones perjudicadas por la quiebra de los mercados. Pero también nos inquietan las negociaciones sobre la futura Política Agrícola Común, que llega con recortes presupuestarios, y con algunas propuestas extravagantes y desconocedoras de la realidad del campo, y también de los consumidores, que necesitan alimentos en cantidad, calidad y precios razonables. Nos preocupa que se quiera trasvasar fondos agrícolas y ayudas directas a otros conceptos, porque la experiencia nos dice que al final los fondos comunitarios cofinanciados no son aprovechados, especialmente por España. Y concretamente en el campo hay muchas inversiones que nos permitirían ser más competitivos, eficientes y sostenibles, como la modernización de regadíos o las energías renovables, y nuestra comunidad autónoma ofrece grandes posibilidades para ello.
En resumen, la agricultura y la ganadería es fundamental para la economía de Castilla y León, antes y después de la pandemia. No va a remolque, sino que es motor decidido de empleo, riqueza y desarrollo. Pero necesita unas políticas favorables que permitan su evolución y fortalezcan su posición en la cadena alimentaria. Los agricultores y ganaderos pondrán el resto, porque son expertos en resistir.