Nos preguntamos: ¿seguiremos hablando del techo de gasto, de reducir las prestaciones sociales y derechos laborales, pero no vamos a hablar de tocar los beneficios de las grandes corporaciones y redistribuir socialmente la riqueza generada?
La demanda de servicios, consultas, asesoramientos y el apoyo permanente que las Sociedades Laborales de Castilla y León nos han requerido desde que estalló la crisis del Covid-19 nos reafirma una vez más en la idea que siempre hemos defendido como principio fundamental de nuestra manera de entender la Economía: la empresa del siglo XXI tiene que ser un proyecto compartido. La empresa son personas, tecnología, medios, ubicación, es el entorno, la sociedad, son relaciones institucionales
Dos crisis para una misma generación es un cuestionamiento de la confianza que nos demanda el sistema. Esta crisis sanitaria nos ha descolocado si cabe más que la financiera de 2008 que ya agudizó de manera inusitada la fractura social. Esta crisis sanitaria ha puesto sobre la mesa que la deslocalización de las industrias llevada a cabo en los últimos cuarenta años hacia el continente asiático ha sido un error. Producir barato nos ha salido muy caro. La solidez del modelo era ficticia.
Sabemos que no podemos volver al lugar de dónde venimos. A eso que se llamaba la normalidad y tenía tan poco de normal que era un viaje a ninguna parte. Las políticas de recortes nos habían hecho más vulnerables de lo que podíamos imaginar y ahora adquiere más luz el abandono de la investigación, la precariedad laboral, la vulnerabilidad de las pequeñas y medianas empresas, la soledad de la persona trabajadora autónoma, la privatización de los servicios públicos, las deficiencias de la sanidad pública, la exposición temeraria del personal sanitario, la privatización de los cuidados, la educación, la desigualdad… y hasta la naturaleza se reivindica en nuevos espacios hasta ahora imposibles.
Todavía desconocemos la magnitud de lo que ha ocurrido, en qué playa arribará esta crisis, aunque intuimos las consecuencias sociales y económicas inmediatas. Será peligroso que como sociedad se quiera avanzar sin analizar qué ha pasado, sin definir previamente, junto con las organizaciones sociales, hacia dónde queremos ir.
Vivíamos en un mundo que no existía y ahora tenemos dudas sobre el porvenir, pero lo que está por venir también está por construir. Y en esa construcción hay que proteger a las personas y salvar a las pequeñas y medianas empresas. Será necesario apoyar la organización de unidades productivas de pequeñas empresas que son las que nos han permitido abastecernos durante el confinamiento. Ayudarles a resolver sus problemas de liquidez y tesorería, en definir su nueva estrategia comercial, ver de qué manera podemos compensar su caída de actividad y el consumo interno y las personas debemos tener un papel determinante.