En pleno primer hervor de la enfermedad, abril de 2020, el Observatorio de Cultura de la Fundación Contemporánea aportó algunos datos sobre el efecto de aquella en el mundo de la cultura. Seleccionamos tres de ellos que son más que elocuentes: (1) el sector prevé perder el 36’5% de sus ingresos en 2020 y sólo el 13% cree que recuperará en 2021 el nivel de ingresos previo; (2) el 28% del sector privado y el 16% del público están en riesgo de desaparecer si no reciben ayudas; (y 3) a partir de la crisis, un 21’9% cree que la cultura saldrá reforzada, mientras que un 30’6% cree que perderá peso.
Esta descripción, probablemente parecida a la que se dibuja en otros sectores de nuestra economía, no es suficiente para conocer y valorar la verdadera situación de la cultura en Castilla y León, azotada no sólo por la enfermedad sobrevenida sino por unas políticas nada amables con el sector a lo largo de los últimos años. La cultura no recuperó ni mucho menos lo perdido a causa de la gran crisis del año 2008 y siguientes, como sí pudo ocurrir en otros ámbitos. No lo hizo ni presupuestariamente ni en peso sobre el PIB ni en valoración general. Ni siquiera en aquel aspecto que pudiera aparecer como más productivo en los cánones en que nos movemos, el del turismo cultural, donde tampoco ha merecido la atención política, social y empresarial que cabría esperar y exigir. Téngase en cuenta, a modo de ilustración dramática, que el empleo cultural creció en España un 17,31% entre 2011 y 2019 mientras que decreció un 11,5% en nuestra Comunidad durante el mismo periodo. Algo tendrá que ver al respecto el hecho de que los presupuestos en cultura de la Junta de Castilla y León hayan pasado de bastante más de 138 millones de euros en 2007 a poco más de 64 millones en 2017.
Sin embargo, a pesar de todo esto y de mucho más, nadie podrá negar el papel que, curiosamente, las expresiones culturales jugaron a nuestro favor en pleno estrés del confinamiento, aportando a la cotidianidad gris un aliento de luz y de ánimo colectivo. Es decir, un impulso vital.
¿Qué cabe esperarse, pues, en un obligado proceso de reconstrucción general? Nos parece decisivo sobre todo hacer valer el auténtico peso y las cualidades especiales del sector y ése debiera ser el primer objetivo de quienes tienen a su cargo la política cultural sea el ámbito que sea. Porque, para bien o para mal, aparte del trabajo puramente informal que es mucho y notable, se trata de una actividad que se escapa de casi todos los moldes del llamado aparato productivo, lo cual no quiere decir que no contribuya a nuestra riqueza también material. De hecho, según el Anuario de Estadísticas Culturales, en el año 2018 el sector cultural aportó un 3’3% al PIB nacional, un peso similar al de agricultura, ganadería y pesca, para hacernos una mejor idea. No podemos olvidar, además, que más allá de la actividad cultural en sí, que implica mucho más personal del que podemos comprobar a simple vista en cualquier acción, la economía de la cultura nos muestra que toda actividad supone un retorno que no siempre se cuantifica. Pongamos un ejemplo: en el seminario celebrado en Valladolid en 2019 orientado a “El papel clave del patrimonio cultural en las estrategias de desarrollo rural”, el presidente de AEICE (Agrupación Empresarial Innovadora Construcción Eficiente) cifraba en 20 euros el retorno por cada euro invertido en patrimonio.
Por otro lado, los estudios sobre la cultura en Castilla y León realizados por la Fundación Jesús Pereda de CCOO en los años 2018 y 2020, próximo a presentarse este último y a los cuales remitimos, señalan en sus conclusiones lo siguiente. (1) Es preciso hacer frente a las desigualdades territoriales en esta materia que no son solo una cuestión local, sino que implican también una planificación estatal. (2) Sigue siendo muy necesario que el sector privado crezca, así en número de empresas como en la dimensión de las mismas. (3) El empleo cultural no es una baratija, aunque así se le trate en muchos casos, incluso por parte de las administraciones. (4) Es preciso colocar a la cultura en las prioridades presupuestarias, pues la pertinente financiación pública es y deberá seguir siendo imprescindible. (5) El desarrollo cultural de la población y el acceso universal a la cultura son suficientes razones para generar trabajo cultural con iniciativa pública y privada. (6) Sería muy conveniente separar de los presupuestos culturales los dedicados a festejos. (y 7) Las fuentes culturales constituyen un notable atractivo para el turismo interior en España y colocan siempre a Castilla y León en una de las mejores posiciones en el conjunto del país.